Ana Karenina, novela del escritor ruso León Tolstói, escrita entre (1875 - 1877), básicamente trata sobre los valores sociales y morales de la sociedad Rusa a mediados del siglo XIX.
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Ana Karenina |
A finales de agosto de 2011 comencé la lectura de esta novela y con ella sigo mientras escribo este articulo, estoy disfrutando de su lectura, diré que aunque el título se refiere a un personaje en concreto, Ana Karenina, los demás personajes tienen su debido espacio en el relato y tejen entre todos una entrañable historia de luchas nacionales, familiares y personales, tales como, Levin, Vronsky, Kitty, Oblonsky y otros no menos importantes que el de la propia Ana, enriquecidos en cada página por la genialidad descriptiva y narrativa de Tolstói.
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Toltói (1828 - 1910) |
Rusia, a mediados del siglo XIX, la vida familiar, la política, los conflictos sociales, las conquistas amorosas, las uniones y desuniones de los personajes, son vividos por mí como lector cual si fuera un testigo silencioso e invisible durante la lectura, gracias al autor que dibuja con sus palabras los sentimientos, rostros, ambiente y paisajes en su novela.
Qué pasión, qué bien descrito por el autor cada personaje. Te sumerge en el ambiente de la época. Me encanta este libro.
No voy a hacer ningún análisis sobre la obra, hay decenas de ellos y de comentarios en internet, podría suscribir muchos de ellos, así que no tiene demasiado sentido repetir lo ya expuesto por otros, repito que he disfrutado con su lectura y la recomiendo.
Si voy a hacer algo que no he visto sobre la novela y es un reportaje gráfico.
Con esta secuencia fotográfica de paisajes, personas, y fotos reales de la época, todas ellas de escenas que de un modo u otro aparecen en la novela, espero hacer sentir a quien haya leído ya la obra, el gusto de visualizar imágenes a pasajes de algunos capítulos, rememorando con la vista, lo que su imaginación le proporcionó durante su lectura.
Comienzo pues por el principio, que es por donde se suele empezar.
Los textos en celeste son fragmentos de la obra.
Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.
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Moscú, siglo XIX - La Dimitrowka |
La mitad de la gente de posición de Moscú eran amigos o parientes de Esteban Arkadievich. Nació en el ambiente de los poderosos de este mundo.
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Moscú, siglo XIX - La puerta de Notre Dame D'Iberia |
Vronsky siguió al conductor, subió a un vagón y se paró a la entrada del departamento para dejar salir a una señora.
Una sola mirada bastó a Vronsky para comprender, con su experiencia de hombre de mundo, que aquella señora pertenecía a la alta sociedad.
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Antigua estación rusa de tren
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Kitty encontró en el balneario, donde había tantos enfermos y desgraciados, la posibilidad de practicar las nuevas reglas de vida que se imponía, a imitación de Vareñka.
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Balneario de Carlsbad_Karlovy Vary donde Kitty recupera su salud y conoce a Vareñka.
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En medio del trabajo, y sin comprender la causa de ello, experimentó de repente una agradeble sensación de frescura en sus hombros ardientes y cubiertos de sudor, y luego mientras afilaban las guadañas, miró al cielo.
Había llegado una nube baja y pesada y caían gruesas gotas de lluvia.
Algunos segadores corrieron hacia sus caftanes. Otros, como Levin, se encogieron de hombros, satisfechos de sentir la agradeble frescura del agua.
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Tolstói arando |
Pero la tercera directriz de sus pensamientos giraba en torno a la manera de cómo había de cambiar su vida de antes y emprender su nueva vida. Y aquí no imaginaba nada que fuese claro.
Tener una mujer. Trabajar y sentir la necesidad de hacerlo... Y entonces, ¿abandonar a Pokrovskoe? ¿Comprar tierras? ¿Inscribirse en la comunidad de los campesinos? ¿Casarse con una aldeana? Pero ¿cómo hacerlo? se preguntaba sin hallar contestación.
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Pokrovskoe, tierras de las que Levin era el señor
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En eso, al menos, coincide usted con Spencer, que tan poco le gusta. También opina que la cultura sólo puede ser el resultado del bienestar y las comodidades de la vida y los frecuentes baños, como dice él, pero nunca del saber leer y contar.
Celebro, o mejor dicho lamento, coincidir con Spencer. Pero sabía lo que dice hace mucho... Las escuelas no valen para nada; sólo serán útiles cuando el pueblo, siendo más rico y teniendo más tiempo libre, pueda frecuentarlas.
- Sin embargo ahora en toda Europa la enseñanza es obligatoria.
- ¿Está usted de acuerdo en eso con Spencer o no? - repuso Levin.
Adeanos rusos en el siglo XIX
¿Qué tiene eso que ver? Tampoco dejo ahora de pensar en la muerte -repuso Levin- . Verdaderamente, ya va llegando el momento de morir; todo lo demás son tonterías. Te diré, con el corazón en la mano, que estimo mucho mi actividad y mi idea, pero que sólo pienso en esto: toda nuestra existencia es como un moho que ha crecido sobre este minúsculo planeta. ¡ Y nosotros imaginamos que podemos hacer algo enorme! ¡Ideas, asuntos! Todo esto no son más que granos de arena.
-Lo que dices es viejo como el mundo.
-Es viejo, si; pero cuando pienso en ello todo se me aparece despreciable. Cuando se comprende que hoy o mañana has de morir y que nada quedará de ti, todo se te antoja sin ningún valor.
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Moscú nevado - siglo XIX |
-Pida el coche, Pedro. Me voy a San Petersburgo - dijo al criado
Había decidido ir a San Petersburgo y ver a su esposa. Si la enfermedad era un engaño, se marcharía sin decir nada. Si estaba efectivamente enferma y quería verle antes de morir, la perdonaría, de hallarla viva; y si llegaba tarde, cumpliría los últimos deberes para con ella.
Durante el camino no pensó más en lo que debía hacer.
Al día siguiente con un sentimiento de fatiga y desaseo corporal, como consecuencia de la noche pasada en el vagón, Alexey Alejandrovich avanzaba en coche, entre la neblina matinal de San Petersburgo, por la Perspectiva Nevsky, desierta a aquella hora, mirando ante sí, sin pensar en lo que le esperaba.
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San Petersburgo |
Serpujovskoy le había buscado un destino en Tachkent y Vronsky lo había aceptado sin la menor vacilación. Pero, a medida que se acercaba el momento de partir, tanto más penoso le resultaba el sacrificio que ofrecía a lo que consideraba su deber.
La herida quedó curada. Empezó a salir y a realizar sus preparativos de viaje a Tachkent.
-Quiero verla una vez más y luego desaparecer, morir... - pensaba Vronsky mientras hacía sus visitas de despedida.
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Tachkent - capital de Uzbekistan |
Escribía a la sazón un nuevo capítulo sobre las causas de la mala situación del cultivo agrícola en Rusia. Demostraba que la pobreza rusa no procedía sólo del mal reparto de tierras y de la orientación equivocada, sino que contribuía a ella la civilización extranjera, adoptada de una manera anómala en los últimos tiempos en el país, sobretodo en los medios de comunicación, en los ferrocarriles, que implicaron la centralización de las ciudades, en el desarrollo del lujo y, por consiguiente en la creación, en detrimento de la agricultura, de nuevas industrias; en la explotación exagerada del crédito y su acompañante el juego de bolsa.
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Trabajadoras en un pueblo ruso |
Las chochas volaban ahora en bandadas. Constantemente se percibían sus chapoteos en el cieno y en aire se escuchaban sus gaznidos. Se levantaban, giraban y luego volvían a posarse, a la vista de los cazadores. Los buitres no se veían ya por parejas, sino por docenas, quevolaban sin cesar sobre las marismas.
LLegados hacia el final de los terrenos pantanosos, Levin y Veselovski se encontraron en el límite de un prado perteneciente a unos campesinos. Largas franjas que arrancaban del lado mismo del carrizal dividían el prado, la mitad del cual estaba ya segado.
Aunque en la parte sin guadañar había menos probabilidades de hallar caza que en la segada, Levin habiendo convenido con Oblonsky en encontrarse, siguió adelante con su compañero.
-¡Eh! ¡Cazadores! - gritó un campesino que se sentaba junto a un carro desenganchado, ¡Vengan a comer con nosotros, que tenemos buen vino!
Levin volvió la cabeza.
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Chocha |
-¿Saben si habrá trabajo por la cosecha?
- No lo sé, amigo.
- Así, pues, vas hacia la izquierda y llegarás directamente allí -terminó el campesin, separándose de mala gana de los viajeros.
El cocherohizo correr a los caballos, pero, cuando tomaba la revuelta, el viejo,les gritó:
-¡Párate! ¡Eh, querido, vuélvete!
El cochero paró los caballos.
-Allí viene el mismo señor -volvió a gritar el campesino-. Vean cómo corren.
Y mostrabaa cuatro jinetesy a dos personas que iban en un charabán, y que eran Vronsky, su jockey, Veselovsky y Ana montados en sendos caballos, y la princesa Bárbara y Sviajsky, que ocupaban el carruaje. Habían salido de la finca para dar un paseo y ver cómo trabajaban en el rastrojo las máquinas recientemente adquiridas.
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Campesinos rusos |
Pero lo que más admiraba era el cambio que advertía en su querida Ana. Otra mujer menos observadora o que no hubiese conocido antes a su cuñada y, sobre todo, que no hubiera pensado lo que durante su viaje pensó Dolly, no habría observado nada de particular en ella. Pero ahora Dolly estaba sorprendida de encontrar en Ana aquella belleza que solamente en los momentos de delirio amoroso se ve en las mujeres. Todo en ella era bello: los hoyuelos de las mejillas y de la barbilla; la forma y el color de sus labios; la sonsrisa alada; el brillo de los ojos; la rapidez y la gracia de los movimientos; el tono de la voz; hasta la manera en que, medio en serio, medio en broma, contestara a Veselovsky al pedirle éste permiso para montar su caballo y enseñarle a galopar con las cuatro patas estiradas. Todo en ella respiraba un encanto del que Ana parecía consciente y que la colmaba de gozo.
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Nobles_rusos: El Príncipe Feliks Yusúpov, su mano dió muerte a Rasputín. |
¿Comprendes que quiero a dos seres, a Sergio y a Alexey igualmente, más que a mí misma?.
- Amo sólo a estos dos seres -siguió- y uno de ellos excluye al otro. No puedo unirlos, y esto es lo único que necesito. Y si no lo tengo, todo me da igual. Todo, todo, me da igual... Se terminará de uno a otro modo, pero de esto no quiero ni hablar, no me critiques. Con tu pureza no puedes comprender lo que sufro...
Ana se acercó a Dolly, se sentó a su lado, y, mirándola con ojos que expresaban un hondo sufrimiento, un inmenso pesar por su culpa, tomó la mano de su cuñada.
- ¿Qué piensas? ¿Qué piensas de mí? No me desprecies... No merezco desprecio... Soy muy desgraciada. , Si hay en el mundo un ser desgraciado, ése soy yo -dijo, y, volviendo el rostro, lloró amargamente.
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Nobleza Rusa - SigloXIX |
Arrodillado ante la cama, ponía sus labios sobre las manos de su mujer y las besaba frenéticamente, mientras ella respondía a estas caricias con un movimiento débil de sus dedos exagües.
En tanto, a los pies de la cama, entre las manos hábiles de Elisabeta Petrovna, se agitaba cual la luz vacilante de una pequeña lámpara la débil llama de aquel ser que un segundo antes no existía, pero que muy pronto haría valer sus derechos a la vida y engendraría a su vez a otros semajantes.
-¡Vive! ¡Vive! ¡Y es un niño! ¡No se apure! - oyó Levin a Elisabeta Petrovna, que con una mano golpeaba ligeramente la espalda del niño.
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Nobles a la espera |
El cargo, que producía de seis a diez mil rublos anuales, y que Oblonsky podía ocuparlo sin dejar su puesto oficial en el Ministerio, dependía de dos ministerios, de una señora y de dos judíos. Todas estas personas estaban preparadas ya en su favor, pero, no obstante, necesitaba verlas en San Petersburgo. Además, Esteben Arkadievitch había prometido a su hermana obtener una respuesta definitiva de su marido con respecto al divorcio. Dolly le dió cincuenta rublos, y con este dinero Oblonsky se marchó a San Petersburgo.
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San Petersburgo en la misma época
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Una señora y unos niños que habían ido a recibir a un señor con lentes y que reían y hablaban con voces muy animadas, callaron al verla y, después de haber pasado ella, se volvieron para mirarla.
Ana apresuró el paso y llegó hasta el límite del andén.
Se acercaba un tren de mercancías.
Las maderas del andén trepidaron bajo sus pies, se movieron, dándole la sensación de que se encontraba otra vez de viaje.
De repente, se acordó del hombre que había muerto aplastado el día de su primer encuentro con Vronsky y comprendió lo que tenía que hacer.
Con paso rápido, ligero, bajó las escaleras que iban del depósito de agua a la vía y se detuvo al lado mismo del tren que pasaba.
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Ana Karenina |
*-*
Observación:
Me llama la atención la importancia de los trenes en la vida
de Tolstói, y que jugaron un papel importante hasta el final de su vida, ya que
treinta y tres años después de escribir los últimos folios de esta obra, fallecería también en una triste
estación de ferrocarril. Era el año
1910. ¡Quién lo iba a pensar ¡
Octubre-2011
GGarcias
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