Sinopsis :
Este hacinamiento de cuerpos en el vagón, este punzante dolor en la rodilla derecha. Días, noches. Hago un esfuerzo e intento contar los días, contar las noches. Tal vez esto me ayude a ver claro. Cuatro días, cinco noches. Pero habré contado mal, o es que hay días que se han convertido en noches. Me sobran noches; noches de saldo.
Deportados, esperando subir a su tren, camino del exterminio. |
Asi comienza esta obra, Estamos en el año 1943. En un vetusto vagón
de mercancías precintado, ciento veinte deportados cruzan las tierras francesas
camino de un campo de concentración. Es
un viaje claustrofóbico, vejatorio: los cuerpos hacinados caen de agotamiento,
uno pierde la cuenta de los días que lleva allí, y ni siquiera sabe dónde ni
cuándo acabará. Y, no obstante, a veces, una simple palabra que pronuncia un
compañero despierta toda clase de recuerdos, apenas lo único que queda en esos
momentos. Así, mediante saltos al pasado, pero también al futuro, Semprún
escribe con especial prosa los itinerarios de esas vidas atrapadas (algunas
truncadas para siempre, otras milagrosamente preservadas) por el torbellino
fatal de la historia.
El autor: Jorge Semprún |
Mi impresión :
En este libro, escrito y publicado en Francia en 1963, se narra la deportación del autor a un campo de concentración y exterminio, el de Buchenwald a poca distancia de la ciudad de Weimar, por ser activista contra el totalitarismo nazi, por ser comunista, al mismo tiempo describe su puesta en libertad en 1945 y sus posteriores sensaciones. Pocas reseñas acerca de su estancia en el campo, sí menciona los crematorios y algún que otro episodio terrible, como el de los niños, pero de forma puntual. Comenta poco acerca de su estancia y de cómo consiguió sobrevivir a tanta barbarie.
Supervivientes del campo de Buchenwald - 1945 |
El libro relata el viaje en un sombrío vagón de tren que lo lleva a su destino, un campo de concentración, un viaje infrahumano, apiñado con otros seres humanos, algunos de los cuales van muriendo por el camino a causa del frio, del hambre, del hacinamiento y del agotamiento. Durante el viaje va recordando, a través de un diálogo con su compañero de viaje el chico de Semur, algunos de los episodios que lo han llevado a su situación actual, así como las impresiones y primeros movimientos una vez ha sido liberado del campo, año y pico más tarde, todo ello repito contado de una forma bastante impenetrable que hace leer y releer líneas, para ver si es que no has captado adecuadamente las oraciones, los saltos temporales, hasta que llegas a la conclusión de que realmente no sabes de lo que está hablando ni de que conexión hay entre los distintos acontecimientos que menciona.
Ha sido una lectura que no he disfrutado, en parte por lo
triste del tema y en parte por el estilo del autor, como antes dije, una redacción algo
anárquica, densa, inconexa, repetitiva,
confusa, es decir que evidentemente no
es un estilo de prosa que me agrade. He terminado el libro porque me gusta
acabar lo que comienzo y no son demasiadas páginas, pero en más de una ocasión
he estado a punto de cerrar página definitivamente antes de su final. Espero que la próxima lectura de Semprún me
sea más agradable.
Vivimos no obstante y por suerte en un mundo de gustos
variados y debo decir que este libro ha sido galardonado con al menos dos
premios , (El premio Formentor en 1964 y del
Prix de la Résistance.
Confieso que es la primera obra que leo de
Semprún, exiliado a consecuencia de la guerra civil de 1936, del cual conozco poco
más que su perfil político como ministro de Cultura (1988-1991) durante el gobierno de Felipe
González. Ampliar información en Wikipedia.
Fragmento de ‘El largo viaje’ :
-Nunca acabará esta noche -dice el chico de Semur.
Fragmento de ‘El largo viaje’ :
-Nunca acabará esta noche -dice el chico de Semur.
Es la cuarta noche, no lo olviden, la cuarta noche de este
viaje. Vuelve de nuevo la sensación de que tal vez estamos quietos. Quizás sea la
noche la que se mueve, el mundo el que se despliega, en torno a nuestra jadeante inmovilidad. Esta
sensación de irrealidad va creciendo, invade como una gangrena mi cuerpo destrozado por el
cansancio. Antes, merced al frío y al
hambre, conseguía fácilmente provocar en mí este estado de
irrealidad. Bajaba por el bulevar Saint-Michel, hasta aquella panadería de la esquina con la
calle de l'Écoíe de Médecine, donde vendían unos buñuelos de harina negra. Compraba cuatro, era
mi comida del mediodía. A causa del hambre y el frío, era un juego de niños impulsar mi
cerebro ardiente hasta los mismos límites de la alucinación. Un juego de niños que no llevaba
a parte alguna, desde luego. Hoy es distinto. No soy yo quien provoca esta sensación de
irrealidad, sino que se inscribe en los acontecimientos exteriores. Se inscribe en los
acontecimientos de este viaje. Felizmente, hubo este intermedio del Mosela, esta dulce, umbría y tierna,
nevada y ardiente certidumbre del Mosela. Ahí me he vuelto a encontrar, he vuelto a ser lo que
soy, lo que es el hombre, un ser
natural, el resultado de una larga y real historia de
solidaridad y de violencias, de fracasos y de victorias humanas. Como las circunstancias no se han vuelto
a reproducir, nunca he vuelto a encontrar la intensidad de aquel momento, aquella alegría
salvaje y tranquila del valle del Mosela, aquel orgullo humano ante el paisaje de los hombres.
A veces me invade su recuerdo ante la línea pura y quebrada de un paisaje urbano, ante un
cielo gris sobre una llanura gris. Y sin embargo esta sensación de irrealidad a lo largo de la
cuarta noche de este viaje no alcanzó la intensidad de la que experimenté al regreso de este viaje.
Los meses de cárcel, seguramente, habían creado una especie de hábito. Lo absurdo y lo irreal
resultaban familiares. Para sobrevivir, el organismo necesita ceñirse a la realidad, y
la realidad era precisamente ese mundo totalmente antinatural de la prisión y la muerte. Pero el
verdadero choque se produjo a la vuelta de este
viaje-.
Para saber más de su día a día dentro del campo, hay una
excelente entrevista (El triunfo de los deportados) en este enlace : http://www.vespito.net/historia/semprun.html
Más información sobre :
Campo Nazi de Buchenwald
En 2011 fallece Jorge Semprún, memoria y personaje de un siglo.
Si les apetece dejen un comentario, será bienvenido.
3 comentarios:
Quiero simplemente reconocer y expresar mi admiración por este hombre que con valentía y pasión fue capaz de cruzar los acontecimientos de la vida y nos sopló un himno recurrente de esperanza...
Lo leí hace mucho tiempo, este libro marca y no te deja indiferente. Aún hoy recuerdo la fuerza de evocación de este "gran viaje", recuerdo los olores de los cuerpos permanente apretados en este interminable viaje en tren donde todo el mundo busca un poco de aire fresco.
Rara vez un libro me abrió los ojos a la realidad de esta tragedia de destrucción que fue la segunda guerra mundial.
N.G.
Alejandra, Nerea, gracias por enriquecer este blog con vuestros comentarios.
Slds Gabriel
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